La diosa Maat fue la divinidad más importante en la historia de la civilización egipcia. Para entender su relevancia es necesario comprender antes el concepto de permanencia en esta cultura; ellos comprendían el cosmos como algo esencialmente estático (a diferencia nuestra que lo vemos como dinámico), donde todo suceso era considerado como algo efímero y superficial. El único acontecimiento realmente importante sólo podía referirse al instante de la creación, al acto que había establecido la diferenciación entre el no-ser y el cosmos ordenado representado por Maat. Si revisamos el mito heliopolitano de la creación nos explica cómo del Nun, que es el océano primordial o caos primigenio (el no-ser), surgió la colina primordial o primera manifestación del cosmos. Sobre la colina, Atum cobró conciencia de su propia existencia y se creó a sí mismo, desdoblándose y originando a Re. Atum, espíritu del mundo y Re, su conciencia, son dos aspectos complementarios de la misma entidad. Como primera manifestación de la existencia, la colina primordial representa también la primera forma de orden en el cosmos y, por tanto, también la primera forma de Maat.
Maat constituye la esencia de la propia creación
Pues es ella quien posibilita la constante renovación de la vida. Muchas veces la iconografía egipcia representa a Maat ocupando la proa o ayudando en la conducción de la Barca Solar durante el recorrido nocturno que Re debe realizar cada noche, enfrentándose a las fuerzas oscuras que amenazan su obra y renaciendo en un nuevo día. La diosa Maat era la única capaz de imponerse sobre los tenebrosos enemigos de su padre y abrir el complejo camino que conduce desde las tinieblas hasta la luz.

A partir de la creación existe tanto en la cultura egipcia como en otras prehistóricas una tendencia a entender el universo como un conjunto de fuerzas duales mitológicamente expresadas a través de binomios divinos. En la doctrina egipcia este conflicto estaba representado por los dioses mitológicos de Horus (el dios halcón emblema de las fuerzas cósmicas y figura mitológica del rey vivo de Egipto) y Seth (dios de la destrucción y el caos). Este último es quien trata de usurpar el trono para gobernar Egipto y para ello asesina a Osiris (padre de Horus). Puedes pinchar aquí para saber más acerca de este mito. Nuevamente es la diosa Maat la encargada de mantener el permanente equilibrio entre la fuerzas opuestas, orden y caos personificados en los dioses Horus y Seth, haciendo posible que la vida se manifieste en todos los ámbitos de la naturaleza.
Las formas del Maat
Debido a su importancia esta diosa la encontramos en una multitud de enfoques muy diversos adoptando por tanto una gran cantidad de significados diferentes, tales como justicia, verdad, orden, ecuanimidad, equilibrio, rectitud moral, armonía o integridad.
A partir de la V Dinastía se le da una forma humana de una mujer estilizada portando un tocado con una pluma de avestruz y a veces sujetando el cetro Uas en una mano y el Anj en la otra. En la VI Dinastía este ideograma fue sustituido por otro considerado como la más clásica representación de la diosa, donde ésta aparece sentada con las rodillas dobladas, la pluma de avestruz sobre su cabeza y a veces con alas.

Pero su importancia no terminaba ahí, pues en realidad Maat era la esencia propia de la vida; simbolizaba la respiración y aliento requerido por los dioses, por ello, en el Antiguo Egipto a diversos dioses en sus templos se les ofrecía una figurilla con la imagen de la diosa Maat como alimento. Pero así como los dioses necesitaban alimentarse de Maat, los seres humanos también debían nutrirse de ella, aunque no bajo el concepto de comérsela, pues esto solo era para los dioses. En este caso la Regla de Maat se manifestaba en una serie de normas de conducta social comprendidas como parte del orden natural del universo, las cuales fueron codificadas por la literatura del Reino Medio en los denominados Textos Sapienciales. La finalidad del individuo no se refería a la propia autonomía y autorrealización, sino a su inserción en las constelaciones sociales. Es decir, que cada individuo constituía un nodo definido en el interior de una red comunitaria que no sólo mantenía unidas a las personas, sino también al resto de seres vivos, a las divinidades, a los difuntos y en definitiva, al universo entero.
Las Enseñanzas contenidas en los Textos Sapienciales
Los Textos llamados Sapienciales recogían las Enseñanzas, a través de estas se ilustraban el correcto modo de vida de hombres y mujeres. En ellas se distinguen dos tipologías de personas, el hombre apasionado y el hombre silencioso o autodisciplinado. El primero conducía a la desgracia, mientras que el segundo, al ser capaz de contener las pasiones y evitar los extremos, era observado como un hombre exitoso; el hecho de sintonizar con la naturaleza y la sociedad le entregaba una cualidad o fuerza impersonal que le convierten en un hombre superior, pues en definitiva había conseguido integrarse con el orden representado por Maat. En la concepción egipcia no existió la idea de pecado hasta la época ramésida, a finales del Reino Nuevo, por tanto el mal actuar se relacionaba con la ignorancia. Esta conceptualización hacía posible que a través de la sabiduría se pudiera enseñar el buen hacer.

Cuando una persona moría era sometido el proceso de pesaje de su corazón en la balanza de la justicia. En uno de los platillos se colocaba el ib ó corazón del difunto y en la otra una pluma de avestruz (emblema que representaba a la diosa Maat). Mientras se realizaba el pesaje, el difunto recitaba las ochenta prohibiciones declarando haber sido una persona justa en vida y no haber atentado contra las leyes de Maat. Si el corazón, que encarna la virtud y el carácter interior del ser humano, pesaba más que la pluma, éste era devorado por Ammit, un temible monstruo, y el individuo se sumergía en el no-ser. Si, por el contrario, el juicio era favorable, el difunto se conservaba como persona y pasaba a llevar una vida feliz en el reino de Osiris.
Es ahí donde nace la figura del faraón. Este era un ser semi-divino que ayudado por la diosa Maat mantenía/restauraba el orden en la tierra. Durante el Periodo Neolítico y anterior a este los reyes no albergaban el poder político y militar, solo el espiritual. Dicho cambio fue debido al proceso de sedentarización vivido por el hombre. Por tanto al faraón se le atribuían capacidades especiales tales como el dominio de los procesos naturales, ante todo sobre la inundación anual del Nilo, de la cual dependía la supervivencia de la población. Y tales capacidades se ponían en relación con Maat, es decir, de su eficacia para eliminar el caos y organizar el universo dependía la prosperidad de la sociedad egipcia. Por tanto el origen de los ritos o cultos y el conocimiento de los ciclos astronómicos, meteorológicos y vegetativos permitían hacer concordar el orden humano con el orden cósmico.
Tras la conquista persa del año 587 a.C., la idea del gobernante que mantiene a Maat establecida sobre la tierra sufre una auténtica ruptura que se mantendrá también en época greco-romana. La experiencia de la dominación extranjera provoca una disociación entre el rey y el culto. La función mediadora entre el mundo humano y el mundo divino es interpretada a partir de este momento en exclusiva por el sacerdote, mientras que del rey tan sólo se espera que asegure las bases materiales para su correcta e ininterrumpida ejecución. En este contexto, sin embargo, el concepto Maat encuentra una nueva coyuntura y el rito de la ofrenda a Maat adquiere una gran importancia.